Arabella no sabía si soñaba o simplemente deliraba, se encontró flotando en el aire, ligera como un
suspiro. De repente, todo era posible. El cielo, ese mismo cielo azul que siempre estaba estático, ahora
le abría las puertas para que pudiera flotar en él.
Mientras ascendía, dejó atrás las calles de su barrio donde siempre escuchaba la radio de la vecina, que
insistía en poner El Gato Viudo de Chava Flores a todo volumen. Esa canción que siempre le recordaba su
época infantil, aquellas tardes felices cuando era una niña.
Mientras volaba iba tarareando la canción. Se quedó ahí, suspendida en su sueño, sabiendo que
eventualmente despertaría. Pero por ahora, el mundo podía esperar.